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viernes, 9 de mayo de 2008

DESASOSIEGO MUNIFICENTE

Supuestamente, hoy fue un día como cualquier otro. Risas y comentarios chistosos, un poco de azúcar para la inmensa dosis amarga que llevo a cuestas desde hace algún tiempo.

Porque así lo quiero. Porque así lo deseo.

Porque el destino y mis consecuencias así lo han trazado.

Hoy me faltó más valor que el que he necesitado en días anteriores.

No pude.

No pude sentarme frente aquella descascarada fachada blanca, debajo de ese árbol tan amado, el único testigo de lo que planté en aquella lluviosa tarde.

La pequeña planta a la que me dediqué estos 7 meses a arrancar esas hojas marchitas e intentar permitir que las que aún estaban verdes, florecieran.

¿Por qué quería sentarme precisamente ahí?
La respuesta es obvia.
Llorar.

Llorar es uno de mis medios más fuertes y más usados para desahogarme.
El más gastado.

Ya no quiero mostrar debilidad.

He aprendido que fui, soy y seré fuerte, puesto que solo yo debo luchar para sobrevivir.
Debo hacerle frente a mis propias luchas. Si, mis luchas.

Sin embargo, detesto esta soledad.

Palabras van y vienen, siempre repitiendo la ya malgastada frase “Estoy aquí, contigo”. Lamentablemente, llego a ciertos momentos en los cuales las palabras ya no me sirven. Lo único que deseo es que en el corazón de alguien nazca darme una cálida caricia, un cálido abrazo, y no las estúpidas preguntas de las cuales ya saben algunas de las respuestas.

Los he confundido. Cómo no, si me he confundido a mi misma.

La opresora duda que llega después de eliminar ciertas cegueras y buscar nuevos rumbos.

A pesar de que me he confundido, puedo saber cuando la gente se cansa, se harta o no tiene nada que decir en ese momento. Aunque no lo expresen con palabras, es algo que salta a la vista o que en ocasiones hay que buscar.

¡Tanto dicen conocerme! Ahora ya no sé que creer.



Las cosas cambian. Las personas cambian.
Causa de mi actitud. Causa de su actitud.


Me pudro en medio de tanta felicidad. Me he convertido en una carga insoportable de llevar. Es horrible sentir más el compromiso que la sinceridad.

Aún no estoy seca.
¿Lo busco o no lo busco? ¿Qué será mejor? ¿Para mí? ¿O para todos?

En este tiempecillo me he percatado de algo interesante e inquietante a la vez: mi alma y mi mente están segmentadas en varios fragmentos que difieren un poco unos entre otros, no obstante son parte del inicial.

En el fondo de todo lo que he creado y con lo que he podido cubrir este cuadro, medio terminado medio maltratado, encontrarás varios "elementos” que forman parte del él y que también fueron partícipes en su creación:

La primera: Vacío.
La segunda: Tristeza (Producto Inmediato de la primera).
La tercera: Intensidad.


¿A que me dedico? A continuar con la rutina diaria.
Perder mi tiempo.
Desaprovechando mis capacidades e incluso mis oportunidades.
Buscando un extravío inmediato en medio de historias que me gustarían que fuesen mías pero no lo son, contemplando la belleza de vidas alternas y externas.

Ahora busco El cambio poco a poco.
Sin embargo, pareciera que otras situaciones están llegando a un término no muy grato, conciente e inconscientemente, estos últimos de la mano.

¡¿Por qué no puedo mantener ambas al mismo tiempo, aunque me esfuerce por ello?!

Porque todo tiene un precio…a pesar de que aún no comprenda bien el significado de esta frase, siendo parte de esta situación.

Aunque aún no pueda comprender ciertas partes,ciertos causantes,ciertos consecuentes de mi existencia.

Ya no quiero recibir malas noticias.
Ya no quiero recordar.

No situaciones.
No personas.
No momentos.
Sino lo vacía que es mi existencia.


Siempre cansando a los demás con mi depresión y mis tristezas.
Sé que quieren deshacerse de mí, aunque sea un momento.
Lo entiendo.
Merecen la felicidad que tienen ahora.
Yo no soy nadie para arrebatárselas,
puesto que, se la han ganado o ha llegado su gloria.
Y soy feliz con su felicidad.
Ustedes pueden sonreír.
Yo misma aprendí a hacerlo con mayor pureza hace unas semanas.
Es una sensación hermosa.
A ti…si, a ti, te lo agradezco tanto…

Quiero morir.
Sé que esto traerá consecuencias non gratas para ustedes.
Sé que, en realidad, no quiero morir.
Pero no puedo evitar sentirlo.
Así como en muchas ocasiones no puedo evitar decir tal o cual cosa que sé que hiere a otros.
Pero no puedo evitarlo.
No puedo evitar sentirme así.
Y antes de decir alguna necedad digna de un libro de autoayuda o de su insulsa sed de consejo,
reflexionen un poquito acerca de esta pistas que les he dado.


No pido mucho.

Por ejemplo, lo único que deseo en estos momentos es estar aquí en el sillón que tengo a mi lado, sintiendo el calido abrazo de una persona sincera a la cual no he tenido que pedírselo, “como un favor” según mi costumbre, sino que naciera puramente de su corazón y fuese solo para mi.

¿Es mucho pedir?
Pido demasiado.


Jamás podré cambiar ciertas partículas de la personalidad de las personas.

Tal vez me lo he ganado, por tanta volubilidad, por tanto “ensimamiento”, provocado por mi ansiedad.

Pero, por favor, entiéndalo
Me humilla saber que quiero sentir, ese cariño, esa calidez.
Incluso que necesito pedirlo.
Sin cuestionamientos idiotas ni peticiones egoístas de que me recupere para no ser “una preocupación más” o para no opacarles su propia luz que irradia alegría.

Pero son cuestiones que no puedo separar, no del todo.
Empezaré a abrazarme a mi misma con más frecuencia para calentarme con mi propia calidez.

Perdona, amiga mía, por recurrir a ti cada vez que necesito, no desahogar, sino convertir en gritos lo que habita en mi alma.
Procuraré tratarte mejor.
En fin, siempre estás conmigo, igual que Kaze.

Ya no brillo.
Dejé de hacerlo hace tiempo.
Lo hago por instantes,largos o cortos.
En los que mis otras partes imperan sobre ésta.
En parte me lo busqué.
La otra…sólo…
Ahí está.
Destino (?)

Me he dado cuenta que las exageraciones levemente influyen.
Superficialmente.
Cuando me detengo a pensar, me doy cuenta de ello.
No estaba tan errada.
En realidad, es la muestra del algo que es real.

La eterna lucha con mis más bajos y desgarradoramente egoístas pensamientos.
La marcación más latente de la dualidad de mi alma.


El gozo de amar es una de las sensaciones más etéreas y plenas que existen.
Es real.
Pero me he vuelto asquerosamente adicta al calor humano.
Ése es mi pecado.

Creo que jamás el silencio de mi casa había afectado tanto a mi ser.

Soy una persona patética.
Necesito...
Soy una persona terca.
No quiero…

Sin embargo, sé que quiero.

Jamás había sido tan débil.
Me odio.

Por favor…

Mátame
.


No deseo que lo lean pero, en verdad…
Así lo quiero, así lo deseo.