Y continúan las publicaciones. Éste fue en coautoría con Daniela Gloss, quien proporcionó la idea original, base de este escrito. Fue bastante divertido combinar mi estilo con el de ella (a mi percepción, ella escribe líneas ligeramente más directas, sencillas, dulces) y sin perder el romanticismo que conlleva ser/herir a una rosa), y lo único que recuerdo claramente es que el título fue propuesta mía xD. Por otro lado, el crédito de la fotografía: Anti-pati-ya, http://anti-pati-ya.deviantart.com/art/Rose-Garden-117813184/ ¡Comenten!
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¿Cuántas rosas no hay en el jardín?
Frescas, salvajes, libres y tiernas.
¿Espinas? Sí, en abundancia.
¿Cuántos han visitado el jardín para cortar una rosa?
Existen quienes procuran la delicadeza.
Gentiles seres que las cortan,
y acarician sus delicadas vestiduras.
Ellas, en principio esperan, temerosas.
También están quienes, sin más, las destrozan.
Errantes siluetas, sin luz, solo sombras.
¡Son ellos!, ahí vienen… ¡cuidado!
Se aferran el tallo con fuerza.
Entes ciegos y brutos.
La zangolotean, la giran y quiebran.
Ellos no sienten la herida de las espinas,
hasta que perciben el hedor de su sangre.
Verde líquido viscoso que brota,
y primorosos pétalos que, con manchas, deshonra.
Fluido inmundo que las envenena,
dejándolas vejadas, corrugadas, secas.
Aquellas jóvenes virtuosas terminan pagando.
Caprichos ajenos, impulsos momentáneos.
Las rosas no nacen marchitas.
La joven no yace de la luna al alba.
Lávate las manos y comienza a trabajar.
Veamos cuántas más logras mancillar.
Narcisismo. Indecisión. Orgullo. Una que otra doxa. Miedo.
Pecados que adormecen al corazón.